Por Darwin Franco Migues
Cuando nadie es capaz de acallar el rumor, éste se propaga difundiendo un sistema de creencias y valores simbólicos que, sin pruebas aparentes, dan por cierto las proposiciones que lo componen. Esto hace, en palabras del sociólogo Tamotsu Shibutani, que se generen a su alrededor una serie de “noticias improvisadas” que condicionan la percepción de la realidad desatando, en la mayoría de los casos, temor o incertidumbre porque, si bien, no es posible confirmar aquello que se dice, la repetición sobre lo dicho le da verosimilitud.
Así ocurrió la noche del 10 de abril en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) cuando se corrió el rumor en redes sociales, como Facebook, Twitter y WhatsApp, de que habría una represalia del Cártel Jalisco Nueva de Generación (CJNG) que consistiría en una serie de ataques, bloqueos y agresiones. Nada se había se había confirmado, sin embargo, la multiplicidad de mensajes y menciones del rumor comenzó a generar en la población una especie de psicosis colectiva que reactivó no sólo el recuerdo de los más recientes ataques que el CJNG ha cometido en las últimas semanas sino también los llamados narco-bloqueos que vivió la ZMG en marzo y agosto del 2012, y enero del 2014.
El rumor como una construcción de sentido tiene esa capacidad de contener y avivar los miedos que anteceden y preceden al mismo rumor; por ello, la propagación de que habrían supuestos ataques del CJNG se dio de forma rápida y descontrolada. ¡Y cómo no hacerlo! Si apenas el 19 de marzo ocurrió una balacera en el municipio de Ocotlán donde elementos de la Policía Federal se enfrentaron a integrantes de este Cártel, esto derivó en la muerte de 15 personas (5 gendarmes, 8 civiles y dos integrantes del crimen organizado). Días después, el 23 de marzo, en Zacoalco de Torres, en un enfrentamiento entre la Policía Estatal e integrantes del CJNG fue abatido Heriberto Acevedo Cárdenas, alias “El Gringo”, uno de los capos más importantes de este grupo criminal.
Este último hecho, ocasionó que, el 30 de marzo, en el municipio de Zapopan, ocurriera un atentado en contra del comisionado de Seguridad Pública del Estado, Alejandro Solorio Aréchiga. Esta acción, de acuerdo a la Fiscalía General de Jalisco, fue reacción del CJNG ante la muerte de Heriberto Acevedo Cárdenas. Sin embargo, la acción más cruenta se generó en la carretera que conecta los municipios de Mascota y Puerto Vallarta, específicamente en el municipio de San Sebastián del Oeste, pues ahí el CJNG emboscó a un convoy de la Fuerza Única Jalisco, grupo elite de seguridad en Jalisco, que derivó en la muerte de 15 policías. Hasta hoy este es el ataque más fuerte contra la autoridad en la historia del estado.
Alrededor de este hecho se activó el rumor que precedió a los supuestos ataques que el CJNG realizaría en la ZMG, pues se dijo la autoridad había activado “El Código Rojo”, lo cual supone (lo digo así porque nadie en el Gobierno de Jalisco ha explicado qué significa esto) la generación de una serie de estrategias y tácticas de seguridad para salvaguardar al gobierno y a la población civil de cualquier tipo de amenaza.
A partir de este rumor fue que se generaron las primeras señales de alarma que derivaron en la serie de mensajes en donde se daba por hecho que una acción aún más violenta del CJNG sería inminente. Con el rumor creció de manera exponencial el miedo y las preguntas generalizadas sobre qué se tendría que hacer en caso de que esto fuera así. La gente quería no sólo confirmar el rumor sino también le urgía saber de qué manera protegerse.
Ante el rumor y las noticias improvisadas que éste genera se esperaría la existencia de una firme y contundente acción de comunicación pública que, proveniente de la autoridad, desmintiera dicho rumor y antepusiera a éste una serie de argumentos que permitieran a la población recuperar la calma y la serenidad. Sin embargo, el Gobierno de Jalisco y su Fiscalía General optaron por el silencio, lo cual lejos de minimizar al rumor, lo fortaleció.
Y es que ante la ausencia de una explicación gubernamental se construyeron otra serie de proposiciones que buscaron darle sentido a su silencio. El rumor, por tanto, no se acalló sino que prosiguió a la par de la incertidumbre y el miedo. En otro momento, el Fiscal General, Luis Carlos Nájera, precisó que el problema de la inseguridad en Jalisco es que nosotros mismo generamos “la psicosis social” y, con ello, modificamos la percepción de lo en verdad ocurre, ya que para él –pese a los tercos hechos- todo está bajo control. Lo que el mandatario con más de ocho años a cargo de la seguridad pública de Jalisco está ignorando es la eficacia que tendría una correcta estrategia de comunicación pública, pues si ésta existiera la ciudadanía de Jalisco sabría a dónde acudir para desmentir todo rumor y, desde luego, sabría cómo afrontar estas situaciones de riesgo.
Pero eso no es lo que existe en torno a la información de seguridad en Jalisco, pues lo que reina en ésta es el hermetismo, el estratégico silencio, la falaz explicación, la expiación de toda responsabilidad y la sistemática negación de los hechos que resultan atinadamente aislados. Con este trasfondo todo rumor alrededor de la violencia y la inseguridad tiende a volverse cierto en Jalisco, ya que aquí la autoridad le juega al silencio, la confusión y al regaño oficial que señala a la ciudadanía como la única culpable de vivir con miedo pues toman por ciertos falsos rumores. Rumores que, por cierto, se dejan crecer desde la autoridad con fines que son igualmente perversos que lo que tuvo o tuvieron quienes generaron el rumor. Callar, en este caso, no es un #GritoDePaz
@darwinfranco